lunes, 7 de abril de 2008

FIN DEL ANTROPOCENTRISMO EN LOS DEBATES AMBIENTALES


LA SOSTENIBILIDAD ES SÓLO UN OBJETIVO INTERMEDIO

Al plantear los objetivos sobre medioambiente, suele ponerse la sostenibilidad como una meta ambiciosa. Se trata de un punto positivo, deseable, aunque la capacidad humana para interaccionar con el ecosistema va más allá de un respeto al capital natural vigente.
¿Es la cantidad vigente de capital natural óptima? ¿Puede mejorarse? La respuesta es: sí. El ser humano tiene la capacidad de producir por encima de sus necesidades, y hasta la fecha hemos visto que esos excesos han producido un deterioro ambiental severo. La causa radica en el papel que ocupa el ser humano en el medioambiente.

ENFOQUE MÁS DEPREDADOR (VALOR DE USO)
Las personas son consumidoras de los bienes naturales. La explotación total de los recursos se palia con el descubrimiento de nuevas reservas.
ENFOQUE COSTE BENEFICIO (VALOR DE OPCIÓN)
Las personas deben cuidar el medioambiente porque la rentabilidad futura puede ser mayor que la presente.


ENFOQUE “PROTECTOR” DEL MEDIOAMBIENTE (VALOR NO DE USO)
El medio genera utilidad para los seres humanos no sólo por su uso, sino también por cuestiones inmateriales (y es que una casa con vistas al mar genera placer). Así pues, cabe conservar el capital natural para satisfacer la voluntad humana de interaccionar con el medio.

Hasta aquí es donde suele llegarse, pensándose que la búsqueda de beneficios humanos inmateriales es una meta.
Sin embargo, los beneficios humanos (el aumento de la utilidad de las personas, quitando las cuestiones económicas) son sólo una parte de los beneficios que se generan en la naturaleza. Un perro puede recibir cuidados de su amo y podemos hablar de beneficios caninos cuando el amo le proporciona un hueso o juega con él. Lo mismo con un gato, con una tortuga, etc. En el contacto entre especies, se generan sinergias de tal forma que puede aumentarse la utilidad de varias especies. Por tanto, el enfoque antropocéntrico es, realmente, egocéntrico.


Cambiar de enfoque y considerar que el ser humano es un ser vivo más supone una revolución en nuestro sistema económico. Ello plantea no sólo pensar en nuestro propio beneficio sino también en el de otras especies. Por lo tanto, la meta debe ser un crecimiento del capital natural, más allá de su mera conservación.
Piénsese en la especie humana. Ha pasado de una población mundial de menos de 1000 millones de personas a 7000 millones en pocos siglos, como consecuencia del éxito económico. Es decir, el crecimiento de la población humana es el reflejo de los beneficios generados gracias a la interacción con el medio. Pero el medio ha perdido bidiversidad.


Si pasamos a tratar la sensibilidad de los animales y plantas de la misma manera que a nosotros mismos, entonces interiorizaríamos realmente los costes de la contaminación y la acción antrópica.




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